Historias, leyendas y anécdotas de una iglesia.
La iglesia de San Miguel Arcángel se levanta donde anteriormente existió un templo románico de ladrillo. Los trabajos comenzaron durante los primeros años del siglo XVI, con el patrocinio de la familia de los Bracamonte, sobrenombre que se añade al de Peñaranda.
La primera idea que se barajo fue la de realizar un templo gótico pero en 1540 debido a las nuevas corrientes provenientes de Nápoles, que llegaron a la villa de mano del conde Don Gaspar de Bracamonte, virrey en esas tierras, además de plenipotenciario de Felipe IV en Westfalia y Presidente del Consejo de Indias, debido ello se optó por el nuevo estilo renacentista. Su culminación fue en 1590, fecha que aparece grabada en un dintel, localizado en la puerta occidental, tapiada en el s. XVII, donde se instaló la sillería de nogal de un coro bajo, con verja de madera. Sobre él se colocó el coro, junto con un magnifico órgano de tubos que solemnizaba las celebraciones litúrgicas. Estas magníficas obras desaparecieron en el incendio de junio de 1971.
Como todo pueblo tiene su leyenda y este caso no iba a ser una excepción. Existe una leyenda negra sobre la iglesia de San Miguel Arcángel, que tiene que ver con Santa Teresa de Jesús.
Santa Teresa de Jesús fue repudiada por la priora del convento de las Madres Carmelitas, además tras ser rechazada, vago por las calles del pueblo, pidiendo alimento, las gentes de la villa se lo negaron y pronosticó tres incendios de la parroquia. El final de la historia es dispar, pues según algunos tras el último incendio no se volvería a reconstruir y según otros, simplemente se quemaría tres veces.
El 16 de agosto de 1883 se produjo el primero de los incendios, debidos a un cohete que cayó sobre su techumbre de madera. Este incendio supuso la destrucción del techo del templo. El 9 de julio de 1939, domingo, a las 11 de la mañana, hora en que se celebraba una Misa, tuvo lugar la terrible explosión de un polvorín que causó alrededor de 100 víctimas mortales. La Iglesia no se libró de sus efectos, aunque dentro no hubo víctimas, si causó muchos desperfectos. Las gentes del pueblo, no lo cuentan como incendio, pero si supuso un duro varapalo para la población, que veía como el pronóstico de la monja se iba cumpliendo. Y en la noche del 7 al 8 de junio de 1971, el último incendio fue el que despojó a la iglesia de todo su valor artístico, este incendio fue el más devastador de los que han ocurrido, desposeyendo a la iglesia de todo su esplendor, de ese estilo renacentista que se sustituyó, en su reconstrucción por sillería de granito, convirtiéndola en una iglesia fría, gris, oscura...
Su interior totalmente calcinado por las llamas, plasmaba el desconsuelo popular, al ver por segunda vez cumplida la profecía de Santa Teresa de Jesús. Testigos de este suceso recuerdan como fueron levantados por sus padres, la fuerte impresión que sufrieron al ver quemarse la iglesia y como el pueblo salió a la calle para salvar lo que pudiera, como relataba uno de los testigos de aquel trágico suceso.
“Allí estaban todos, no creo que nadie se quedara en su casa, esperando a los bomberos. El tiempo se hacía eterno, la tensión se respiraba. Hubo algunas personas que pusieron sus vidas en peligro para salvar del fuego al Cristo de la Cama, y la juventud, en un acto de solidaridad y empuje, hicimos dos cadenas de cubos para intentar ayudar en lo que se pudiera. Pasamos así una noche muy larga, una de las más largas de mi vida, hasta que llegaron las dotaciones de bomberos de Ávila, Salamanca, Matacán, Medina del Campo y Valladolid, y consiguieron extinguir el incendio”.
Quizás lo que más marco a los peñarandinos y que todavía hoy se recuerda con admiración, es la destrucción de los retablos que componían la iglesia. Destacaba el altar mayor, cuyo retablo era una obra magistral de los escultores Sebastián Ucete y Esteban de Rueda, de la escuela de Toro (Zamora).
Este incendio de 1971 también privó al templo de uno de los lados del transepto, donde se encontraba la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, dejando una iglesia con un solo crucero, donde se encuentra la única capilla que se salvó del incendio, la capilla de San Antonio, talla que también esquivó las llamas, junto con la del Cristo de la Cama, que hoy en día sigue reposando allí.
Lo que está claro es que se perdió mucho del dinero del pueblo, dado que en su construcción en 1599, el concejo pidió la autorización del rey para imponer una sisa sobre el consumo de carne y el vino para poder terminar la bóveda y el crucero debajo del tejado. Luego tras el segundo incendio, el de 1971, hubo que reconstruir la iglesia y para ello fueron muchos los peñarandinos que aportaron parte de su dinero para esta labor. En su restablecimiento se introdujo una botella, de cristal de una marca de gaseosas que existía en el pueblo, con el nombre de San Miguel, esa botella contiene papeles referentes a la iglesia. Están detrás del sagrario, pero nadie sabe ya lo que contienen esos papeles.
Las preguntas que se hacen todos los peñarandinos son si será cierto el presagio atribuido a Santa Teresa, ¿Creíble? Queda la duda.
Muchos otros son los sucesos que rodearon el incendio de 1971. Cuenta otra leyenda que en la pequeña ermita de San Lázaro, a las afueras del pueblo, estaba el ahora conocido como Cristo de la Cama, esta talla tiene los brazos articulados y sus manos y pies horadados, por lo que pudiera ser que en tiempos pasados se celebrara el descendimiento.
Cuenta la leyenda que a comienzos del siglo XIX, cuando los franceses andaban por España, se acerca a la villa por la carretera de Medina una cuadrilla de invasores. Encuentran la humilde y antigua ermita de San Lázaro y quieren entrar en ella con caballos, pero los animales retroceden. Los espolean, pero los caballos se niegan a entrar. El jefe clava espuelas y sólo consigue que el animal se enfurezca y brinque hasta casi derribarle. Intrigado, el francés descabalga, penetra en el edificio, encuentra tumbado un cadáver tapado con unas telas y piensa: "La muerte es la que hace que los caballos no quieran entrar". Al acercarse, observa que el cadáver es una bella talla de madera policromada. Algo debió ver en el rostro de aquella imagen, puesto que, emocionado, se arrodilla y promete enviar una rica tela para la confección de una colcha.
Tras la destrucción de la ermita, esta talla se traslado a la parroquia de San Miguel Arcángel donde se expone en una hornacina de cristal, convirtiéndose en el Cristo de la Cama, muy venerado por el pueblo. Su leyenda no acaba ahí sino que en el incendio de 1971, cuando los mozos del pueblo entraron a salvarlo, cuentan que mientras lo sacaban, una viga le cayó a uno de ellos y no le pasó nada. ¿Ficción o realidad? De momento no hay documento que lo demuestre.
Estas leyendas, historias, anécdotas… que suelen tener todas las iglesias, son el claro ejemplo de cómo ha ido evolucionando el lugar donde se encuentran, como se pasa de un miedo de maldiciones a simplemente aceptar, que son cosas que ocurren por algún fallo humano. También ayudan a definir a las gentes del lugar, su fervor religioso, su ingenuidad... que van progresando, como han evolucionado estas historias. En un principio se creía en maldiciones y como los avances, la mentalidad, etc. transformándose hasta que por ejemplo en los años ochenta la ingenuidad seguía estando presente, pero se preguntaban el porqué, de las cosas y se investigaba.